Silena y la caja de secretos by María Baranda

Silena y la caja de secretos by María Baranda

autor:María Baranda
La lengua: spa
Format: epub
editor: Ediciones SM
publicado: 2011-06-08T00:00:00+00:00


Malvaviscos y cáscaras de nuez

CUANDO llegué a la casa, Lilú, mamá y mi abuela Victoria, nuestra invitada de todos los miércoles, estaban sentadas a la mesa comiendo un exquisito pastel de verduras.

—¿Por qué tardaste tanto, hija?

—Es que... Rome quería que le ayudara con la tarea.

—Estas niñas ricas son cada vez más flojas –comentó mi abuela.

—Ven, siéntate a comer.

Como yo no quería que ellas sospecharan de Valerio tuve que obedecer. No podía contarles de él porque mi hermana se lo hubiera querido llevar a su cuarto a jugar y si Moshe venía en la tarde, como me había dicho, de seguro se enfadaría.

—Mamá, va a venir un amigo para hacer la tarea conmigo, ¿está bien?

—Sí, claro, ¿pero no dijiste que la habías hecho ya con Rome?

—No. Sólo dije que le ayudé, no que hice la mía.

Y entonces todas me miraron en silencio. Yo mejor bajé los ojos y me concentré en mi comida que, por cierto, me pareció demasiada y no tan exquisita. Me guardé un poco en la servilleta que tuve cuidado de esconder bajo mi blusa para poderle dar de comer a Valerio.

Después subí corriendo a mi habitación. ¡Qué felicidad! ¡Cómo me había cambiado la vida en un segundo! Tanto, que no recordé lo de mi enojo con Liam Ria y lo primero que hice, una vez que desenredé a Valerio de los trapos que ya empezaban a sofocarlo, fue sacar a mi amigo de la caja.

—¡Mira! Se llama Valerio.

Liam Ria hizo una cara de asco que ni se imaginan.

—¿Un mono en la habitación? ¿Pero a quién se le ocurre?

—Pues a mí y a Moshe.

—¿Moshe? ¿El que habla con la “d” cuando pronuncia “Idsrael”?

—Ese mismito, sí que sí, y yo soy la más feliz, Liam, la más feliz.

Y mi cara ardía, no sé por qué pero ardía.

Entonces Liam Ria gritó:

—¡Silena, que se hace pipí, que se hace pipí!

—¡No, no, no!

Sí, sí, sí, Valerio se hizo pipí justo arriba de mi cama.

—Rápido, hay que lavar –ordené.

Liam fue por una toalla empapada en agua y yo corrí por un poco de jabón pero, sin darnos cuenta, dejamos abierta la puerta de mi cuarto. Cuando terminamos de limpiar Liam dijo:

—Creo que Valerio no está.

—Tú quédate aquí por si regresa, yo iré al cuarto de Lilú.

—¡Ajá! –dije cuando abrí la puerta.

—¡Ajad! –contestó la pequeña bolita de mamá en posición de ataque– soyd un indiod cadapálidad y tú edez el maloddd.

—Lo siento, no tengo tiempo –alcancé a gritar y bajé saltando los escalones de tres en tres.

Valerio estaba en la cocina. Ya se había devorado varios plátanos y comenzaba a morder una manzana. Todas las cáscaras estaban en el piso y lo poco que había masticado de la manzana también.

No fue fácil atraparlo. Tuve que echarle encima uno de los trapos de la cocina. Lo dejé encerrado en mi habitación al cuidado de Liam Ria, mientras yo limpiaba el desastre que había hecho antes de que mamá o mi abuela lo notaran. Después serví en un platito un poco de nueces y avellanas y puse algunas galletas de chocolate rellenas de malvavisco, mis favoritas.



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